Somos tan ciegos. Estamos tan embrutecidos y desorientados, que no podemos concebir otra realidad, más que la que los Mercaderes nos han obligado a ver. El culto a la producción y el consumo, a la ciencia y la tecnología, al mundo material, insensible, individualista, que ha acabado con la visión sagrada de la vida y la percepción divina de la existencia. El “hombre moderno” ha sido un cáncer para el planeta.
La milenaria y esencial forma de ver y entender el mundo y la vida, que la humanidad completa a lo largo de los últimos diez mil años ha desarrollado (con sus altibajos), en los últimos doscientos años ha sido casi destruida. En efecto, desde la invasión y apropiación de los Mercaderes de Europa y la posterior invasión planetaria que comenzó en 1492, la revolución industrial, junto con la creación de Estados Unidos, la democracia, el libre mercado, los derechos individuales de los humanos sobre los derechos colectivos y familiares, la iniciativa privada, el Mercado, los productos desechables y el consumo chatarra, los excesos de los medios masivos y la publicidad, han lesionado los valores, principios y actitudes de los pueblos del mundo, que se proyectan en la forma de ver la vida y relacionarnos con el mundo. La modernidad se dedicó a destruir a la tradición y con ello, se condenó a los pueblos del planeta a su enajenación y embrutecimiento.
En efecto, el problema es que un 5 % de la población más rica del planeta que venía consumiendo el 50% de los recursos a un ritmo demencial. Esta actitud depredadora, mezquina e irresponsable; en vez de ser condenada y rechazada, es alentada y promovida por las empresas, los medios, los gobiernos y las instituciones educativas de la mayoría de los países. Esta forma de vida, instalada en el consumo astrológico, en el desperdicio, en la falta de responsabilidad social e histórica con los demás seres humanos y con las diversas formas de vida del planeta, no es cuestionada y menos rechazada.
El sistema depredador y deshumanizado del capitalismo salvaje y globalizador se ha desfondado por su propia avaricia. El sistema global se está derrumbando y en ves de analizar los excesos de la codicia y la enloquecida deshumanización, los gobiernos y los Mercaderes, buscan la forma de parchar los boquetes estructurales que son, en verdad, imposibles de parchar. Porque sí el sistema no hubiera colapsado financieramente, más adelante hubiera colapsado socialmente o en el ámbito planetario con los recursos naturales y el cambio climático. Los niveles de destrucción moral, ética, espiritual y culturalmente de los seres humanos están en los límites de la resistencia, antes del estallido social inminente. No solo por la pobreza, sino fundamentalmente por la pérdida de los valores y la sensibilidad y conciencia humana.
Esta crisis es el resultado de un exceso. Lo que quieren hacer es tomar medidas para “mantener el exceso”. Los miles de millones que se están inyectando a este moribundo sistema financiero mundial, no resolverán la crisis, solo la alargarán. Los Mercaderes pugnaron por una sociedad sin límites, en donde el capital, las empresas y la usura no tuvieran control y regulación del Estado.
Se tiene que “parar el mundo”. Se tiene que diseñar un nuevo orden mundial, pero no solo financiero. Sino una nueva forma de que los humanos entendamos la razón de nuestras vidas en lo personal, en lo familiar, en lo comunitario y en lo planetario. Una forma diferente de relacionarnos entre los individuos, los pueblos y especialmente con la Naturaleza. Necesitamos urgentemente re-pensar la razón y los objetivos de nuestras vidas. Re-hacer nuestra escala de valores, nuestros paradigmas, nuestras ilusiones, nuestras esperanzas. No podemos seguir creyendo que el tener dinero y consumir, es el fin más elevado de la existencia humana. El paradigma de los Mercaderes y el Mercado han demostrado en doscientos años que han sido nefastos para los seres humanos y los pueblos. El culto al becerro de oro ha sido un pecado. El ser humano, la familia y la comunidad tienen que volver al milenario camino del ESPÍRITU.
Pero la verdad es que casi todos nosotros nos engañamos. Vivimos en la vacuidad y superficialidad, nos engañamos, todos los sabemos. Hay suficiente información en todas partes para saber que no estamos viviendo, correcta, lógica y humanamente. Pero no lo queremos tomar en serio, no nos responsabilizamos, huimos de nuestra propia realidad inmediata. Creemos que todo lo que pasa en este mundo, no nos pasa a nosotros. La gente sabe que hay una esterilidad y una superficialidad existencial, pero no quiere hacerse responsable. No es un problema de información, ni de conciencia, todos sabemos la catástrofe que estamos viviendo y todos sabemos que formamos parte de esa catástrofe. Pero muy pocos están dispuestos a asumirla y muchos menos a actuar en consecuencia.
Cambiar es el desafío. La condición humana es la imperfección. La lucha cotidiana por ser lo mejor de sí mismo y de ser congruentes es lo que le da SENTIDO A NUESTRA EXISTENCIA…lo demás, es lo de menos. Nacemos para morir luchando. Podeos llegar a ser, como decían nuestros Viejos Abuelos toltecas, Guerreros y Guerreras de la Muerte Florecida.