Varios elementos perturbadores salen a la luz por la “contingencia de la influenza humana”. En primer lugar el grado de pobreza en que vive el pueblo de México. Pese a toda la publicidad y cifras maquilladas, el pueblo de México esta sufriendo una severa crisis que lo ha llevado a tener alimentación de hambruna, encubierta por alimentos chatarra de las empresas trasnacionales. No solo es la influenza, tenemos enfermedades de la pobreza y la ignorancia como es la diabetes, que esta causando estragos apocalípticos. Por lo que, sólo en México, “la influenza humana” produce víctimas mortales.
Pero también podemos observar los patéticos resultados de la política económica y científica de los gobiernos neoliberales que destruyeron y desmantelaron la industria farmacéutica nacional. La nación ha sufrido una criminal política de extinción de la industria nacional a favor de las empresas trasnacionales, no solo en el campo de los laboratorios. Las industrias nacionales que en su día fueron competitivas a nivel internacional o ha sido vendidas o han sido borradas del mapa con la complicidad de los apátridas funcionarios que están al servicio de sus intereses.
Por consiguiente, la inversión en educación e investigación ha sido el blanco permanente de los intereses supra nacionales, tanto de empresas como de gobiernos. El afán privatizador de la educación de los gobiernos neoliberales y el consiguiente saboteo a la educación pública, así como, el cese de apoyos y estímulos a la investigación científica ha convertido a México en dependiente de empresas trasnacionales y de gobiernos extranjeros. Por eso en este momento no tenemos ni siquiera un laboratorio propio de calidad para atender la contingencia de la influenza.
Es obvio, a la vista de cualquier persona pensante, que existe un protagonismo político sobre esta crisis, lleno de incongruencias, contradicciones y crasos errores. La influenza se ha convertido en un botín político. Se ve, no solo lo que dicen los gringos, “un Estado fallido”, sino una ausencia de Estado y gobierno, pero lo más lamentable, una ausencia de la sociedad civil.
A los mexicanos nos trata la televisión y los políticos como menores de edad con severos problemas de retraso mental. El problema no es la influenza, es la incertidumbre y el vacío de poder. El pueblo de México no tiene en quién creer. No tiene liderazgo y tiene mucha desconfianza. Elementos indispensables para someterlo aún más.
Lo perturbador de la crisis de la influenza, es comprender y dimensionar la enorme crisis del Estado y gobierno de México. Por lo que se ve, en México no existe un Estado de Derecho. Existen grandes fuerzas supranacionales con vergonzosas ingerencias en los asuntos vitales de la nación, que operan desde embajadas y desde el centro financiero de Nueva York. Poderosas bandas de delincuentes de cuello blanco que luchan por sus intereses económicos y políticos sobre el pueblo y el interés nacional. Carteles bien organizados en todo el país que divididos y enfrentados se destruyen por el poder político en el chiquero llamado “democracia electorera”. Corporaciones de empresarios armados que se dedican al productivo negocio del narco y el crimen. Todos ellos alimentados y fortalecidos por la corrupción, la impunidad y el imperio de la fuerza.
Abajo de todo esto se encuentra un inmenso pueblo ignorante y pobre, famélico, embrutecido, frustrado, resentido, que no cree en nadie ni en nada, indefenso, vulnerable y desesperado. Como una potente bomba de tiempo esperando el momento del estallido social.