En la historia de la humanidad los individuos y los pueblos se han debatido entre una visión espiritual o una visión materialista. Dos formas de entender y significar el mundo y la vida.
De hecho los seres humanos estamos constituidos de espíritu y materia. Los Viejos Abuelos toltecas le llamaron a este par de opuestos complementarios Quetzalcóatl (Espíritu) y Tláloc (materia) en el mundo visible. Pero en universo interior humano le llamaron Quetzal (Espíritu) a la parte superior del cuerpo humano, del ombligo a la cabeza y estaba asociada a la parte espiritual y su contacto con el cielo. Y a la parte inferior, del ombligo a los pies le llamaron Cóatl (materia) y tenía que ver con las fuerzas telúricas que unen al ser humano con el mundo material.
Un para de opuestos complementarios de donde se desprende, simbólicamente, la figura filosófica del “Quetzal-cóatl” que pude encarnar todo individuo que llegue a equilibrar esas dos partes opuestas y al mismo complementarias que nos dan la totalidad, armonía y equilibrio.
Todas las civilizaciones, pueblos y culturas han luchado por “equilibrar” este par de opuestos complementarios. La materia como un medio de expresión y desarrollo del Espíritu. Sin embargo, en los diez mil años de civilizaciones humanas, un grupo muy reducido de seres humanos se han empeñado en ver solo el aspecto material de la vida. En efecto, el poseer riqueza a través, no de la producción, sino del comercio. Extiéndase, comprar barato y vender caro, quedándose con una mayor ganancia que los productores. Este acto ha sido calificado como un delito y altamente inmoral por la mayoría de las civilizaciones antiguas de la humanidad, quienes permitieron el comercio con muchas restricciones y lo toleraron como “un mal necesario”.
Durante miles de años los “mercaderes” estuvieron fuertemente vigilados y sometidos a las leyes y autoridades de los gobiernos. Sin embargo, a partir de finales del siglo VIII los “mercaderes” migraron de las regiones que estaban entre los ríos Eufrates, Nilo y Tigres y llegaron a la península europea del continente Euroasiático africano invitados por Carlo Magno. De ese tiempo a la fecha han desarrollado una estrategia que se antoja casi “fantástica” por destruir “El Viejo orden Mundial” del desarrollo espiritual y han logrado imponer un “nuevo orden mundial” donde el culto a la materia y la veneración al dinero no ha tenido límites.
Los “mercaderes” son todas aquellas personas, sin importar su etnia, cultura o nacionalidad que ven en el dinero el dios supremo de su existencia y en el comercio y la explotación el medio para “legalmente”, a través de “las democracias y el libre mercado”, tener como esclavos embrutecidos a los pueblos del mundo.
Rendirle culto al “becerro de oro” es una visión materialista, economicista e individualista de la vida y el mundo. Es ver a las personas como “clientes” y a la Tierra como una fuente ilimitada de explotación de recursos. Los “mercaderes”, más que una ideología tienen un culto perverso por el dinero y el poder que de él emana.
Son enemigos de las tradiciones y costumbres ancestrales de los pueblos del mundo. Las combaten con la supuesta “modernidad”, que no es más que vivir enajenado trabajando comprando y pagando. Detestan que la gente sienta y piense, para que puedan actuar impunemente. Son enemigos de las antiguas religiones y proliferan sectas de todos colores y sabores. Desprecian a las personas espirituales y alientan el fundamentalismo consumista.
En los últimos 12 siglos se han apoderado, primero de los pueblos salvajes y guerreros de la península europea y a partir del siglo XV de los pueblos del mundo. Los “mercaderes” han creado su “propio país” y ha sido el refugio histórico de los miserables del mundo que se van a Norte América, abandonando sus familias, sus amigos, sus pueblos, sus tradiciones y costumbres por venerar al “becerro de oro”.
Los “mercaderes” inventaron “la democracia” y están en contra de todo gobierno que no rinda pleitesía al becerro de oro. Con sus cañoneras recorren los mares y cielos del planeta, y como una plaga caen contra quienes no piensan como ellos. A los pueblos los someten, destruyen sus milenarias formas de organización social, su cultura e imponen la “democracia y la modernidad”. Lo mismo en el siglo XVI con los pueblos de África y América, que con los asiáticos en el siglo XIX. Sea la Tenochtitlán o Bagdad, todos los gobiernos caen derrotados o derrocados por sus poderosos recursos económicos o militares que llegan a cualquier parte del mundo.
Los “mercaderes” no tienen país, frontera, idioma, cultura, solo se empeñan en adorar fanáticamente al becerro de oro, sin importarles degradación del genero humano, la destrucción de los pueblos, las culturas y el mismo planeta. Los “mercaderes” con el paradigma de la democracia y la modernidad han ido poco a poco embruteciendo al ser humano y apoderándose, no solo del mundo físico, sino fundamentalmente del mundo espiritual.
Los “mercaderes” son los enemigos del ser humano y del Espíritu. Viven en todas partes y se unen entre sí por el interés económico. Explotan a los seres humanos y al planeta Tierra sin limitación ni medida. Asombra su destrucción, pues actúan, más como un virus que como seres humanos. Son astutos y poderosos, se esconden en las selvas de las sociedades anónimas, los capitales variables y las mega corporaciones trasnacionales.
Controlan los medios masivos del planeta. Usan como títeres y gerentes de piso a los políticos. No tienen ninguna obligación histórica o social con sus pueblos explotados. Pretenden mantener “entretenidos” a los pueblos con los espectáculos artísticos, deportivos, las novedades y el consumo, pero fundamentalmente es la televisión la que logra penetrar a las mentes de millones de personas al mismo tiempo.
Sin embargo, por más poderosos que se muestren los “mercaderes”, paradójicamente son muy débiles. Su debilidad radica en la fortaleza de la conciencia de los seres humanos y los pueblos. Su fuerza radica en la ignorancia y la enajenación de los pueblos.
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