lunes, 22 de septiembre de 2008

¿TENEMOS FUTURO?


El futuro de la humanidad no estará en el petróleo, en los micro chips, las bolsas de valores o los viajes interplanetarios. Cuando hablamos de futuro, nos estamos refiriendo a los próximos cincuenta años. En efecto, al ritmo en que las grandes potencias económicas están depredando y contaminando al planeta, los hijos de nuestros hijos no tendrán futuro. Es lamentable que no sea una parábola o una exageración, pero más lamentables resulta que muy pocas personas están conscientes y les preocupa la destrucción de la vida en nuestro planeta; a la mayoría de la gente, estos temas no les interesa, los sienten ajenos y piensan, como la muerte, que eso a ellos nunca los va a alcanzar.


Nunca antes en la historia de la humanidad ha existido tanto embrutecimiento y pérdida de los valores más universales de nuestra especie. Durante diez mil años los seres humanos construimos un estructura de valores y principios en torno a el desarrollo de las fuerzas espirituales de los individuos. Las diferentes civilizaciones por diferentes caminos llegaban a la misma preocupación, el desarrollo espiritual de los individuos y las comunidades. La búsqueda ineludible de la trascendencia de la existencia. Vivir para llegar a Dios. Vivir para evolucionar espiritualmente y perfeccionar la conciencia. Vivir para florecer nuestro corazón como decían nuestros Viejos Abuelos. En síntesis, vivir para un propósito abstracto, para un fin elevado y superior. Darle significados espirituales y de trascendencia a esta materia que nos contiene y que, tarde o temprano, se corromperá. Porque "ese algo" que esta adentro de nosotros y que no es concreto, llámese como se llame, cuando morimos se desprende a desconocidos lugares, pero no se destruye como la materia, pasa a otros estadios de la existencia que para Occidente le son desconocidos, pero que las más antiguas civilizaciones como la egipcia, babilónica, anahuaca, china o hindú, por miles de años han desarrollado prodigiosos y decantados pensamientos filosóficos y complejas y milenarias religiones en las que unas y otras coinciden en una vida espiritual después de la muerte física.


Sea como fuere, la existencia de usted o el que escribe, amable lector, no puede circunscribirse tan sólo a la limitada y efímera existencia física, que acabará totalmente con la muerte y después "más nada". La maravilla y el prodigio de ser un hombre no radican en su inteligencia, ni en su capacidad de acumulación, sino en su inconmensurable potencial espiritual.
Es precisamente por esta pérdida de valores espirituales en los individuos y en las sociedades, que estamos contaminando y depredando el planeta. No existe ningún camino en la vida que antes no se haya recorrido hacia adentro. La perdida de los valores espirituales es una degradación interna que a su vez, el individuo ya contaminado espiritualmente por dentro, contamina su entorno de manera material. Los problemas ecológicos devienen de los problemas espirituales. Cuando una persona ha perdido esa chispa divina que le da la luz del espíritu, entonces es capaz comer en los platos sucios del día anterior, vivir en una casa sucia y tirar su basura en la puerta del vecino o en la esquina de la calle. Lo mismo pasa con el político y con el empresario, que no les importa a uno y a otro en la misma corrupción, destruir y contaminar el medio ambiente por la obsesiva búsqueda del dinero y el poder a cualquier precio.


Es precisamente por la concepción Occidental del mundo y la vida, en la que la naturaleza ha sido dada al hombre por Dios, para "explotarla, dominarla y transformarla" y el concepto de "bienestar" que esta directamente vinculado al nivel de consumo de los individuos y de las sociedades. La visión del "homus economicus", el sentido economicista de la vida, el triunfo del "becerro de oro", la deshumanizada industrialización, el capitalismo salvaje, el mito de la modernidad.


Los paradigmas del hombre triunfador en las sociedades modernas es una apología a la violencia, al individualismo, al consumismo, a la competitividad, a la enajenación de la sensualidad y sexualidad. De la misma forma el paradigma de la mujer triunfadora es la competitividad, el individualismo, el consumismo, la productividad económica, la competencia con la pareja, la negación de la maternidad y la familia.


La "modernidad" no es más que la copia de la forma de entender el mundo y la vida de los occidentales. La "modernización" no es más que la europeización de los pueblos del mundo, que dejan sus tradicionales y milenarias formas de ver y vivir el mundo y la vida, sean de Asia, África, Oceanía o América. La modernidad esta asociada a Occidente, la tradición esta asociada a lo autóctono.
Mientras la modernidad es representativa del desarrollo, progreso, el éxito, el futuro, el bienestar, la moda, el triunfo en la vida; la tradición es representativa de subdesarrollo, el retroceso, el fracaso, el pasado, el malestar, lo anticuado, la derrota en la vida.


De esta manera podemos afirmar que el futuro de la humanidad y el planeta mismo, esta depositado en la capacidad de mantener el equilibrio ecológico y de desarrollar el potencial espiritual de los seres humanos. Lo demás son puras mentiras embrutecedores y distorsionadoras de la realidad. La verdad es que sí no logramos concientizarnos como individuos y como pueblo, no tenemos futuro.


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